lunes, 8 de junio de 2009

LEYENDAS URBANAS 1

El guije del Caney


Eran días de fiesta en la villa.En el cabildo africano sonaban los tambores, se bailaba y se cantaba. La reina y el rey, dos morenos viejitos de origen africano, se reunían con toda la familia y con los descendientes del Congo en la plaza de la ermita del Buenviaje.

Caía la tarde y caminando por las márgenes del río Cubanacán en dirección a la posa, iba Ma Lucía en busca de agua, por el lugar que fuera asiento de una tribu india llamada Caney.
Al llegar, ¡qué espanto! lo que sus ojos veían, una visión saltando sobre piedras y árboles.
La morena soltó el cántaro y desesperada llegó a la villa donde le contó a todos lo ocurrido.
El pánico cundió en la barriada, algunos vecinos se fueron lejos, se comenzó a comentar sobre las fechorías de aquella visión, que algunos aseguraban era un mono grande, semejante a un hombre. Se llegó a decir que había matado a un montero
La situación se hacía difícil, hasta que un viejo moreno cogió el camino de la posa y llegó hasta la visión, pudiendo conocer que había sido autor de un horrendo crimen una noche en la cercanías del puente de la cruz.

El güije, que así lo llamaban, apareció aquella noche de fiestas en la plaza, entonces un anciano en misión evangélica lo siguió por calles oscuras y techos, llevando en sus manos agua bendita.
Cercano a él en el techo del templo, lo bendijo y lo roció con el agua, el güije quedó rígido y su mirada se dirigió a la cruz, donde segundos después se deshizo en la nada.
De esta forma volvió la tranquilidad a la barriada.

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